En el CEIA Los Castaños de Viña del Mar, el cine es una herramienta pedagógica y una experiencia comunitaria. Desde 2022, el profesor Luciano Flores ha implementado su cineclub dentro de la asignatura de Lenguaje y Comunicación, integrando la apreciación audiovisual en el currículo para jóvenes y adultos. Hoy, el proyecto ha dado un paso más: una sala de cine propia, un aula en desuso es ahora un espacio pionero en la comuna.
“Felizmente el viernes 13 de junio concretamos nuestro proyecto autogestionado ‘Sala de cine Los Castaños’. Hicimos un documental donde se aprecia el antes y el después del espacio, y lo más importante: la participación medular de estudiantes de séptimo y octavo de EPJA, quienes entrevistaron a distintos miembros de nuestra comunidad”, cuenta Luciano. La iniciativa nació gracias a una donación de butacas por parte de una universidad local, y fue impulsada por la dirección del colegio, el equipo docente y asistentes. El proyecto incluyó además un aporte de la Cineteca Nacional de Chile con afiches y fotogramas históricos, reforzando la identidad de la nueva sala.
Cine como herramienta pedagógica transversal
El cine ha sido parte integral del enfoque pedagógico de Luciano desde antes de formar parte del Programa Escuela al Cine. “Tratamos de diversificar lo máximo posible el material pedagógico para abordar las distintas formas de aprender. Claramente una de ellas es el audiovisual, que complementa los contenidos de los planes y programas”, explica el docente. Su enfoque busca que el cine no sea un recurso ocasional, sino parte estructural del proceso de aprendizaje.
En fechas clave, como el Mes de la Mujer o el Mes de la Memoria, se organizan ciclos temáticos que cruzan asignaturas, proyectando cortometrajes y piezas audiovisuales chilenas que generan espacios de reflexión y diálogo. Se han exhibido títulos como Historia de un oso, Bestia, Machuca y Rara, integrando estos visionados a las evaluaciones y guías del plan lector.
Además de clásicos como Charles Chaplin, el cine chileno también es clave en las clases de Luciano: “Es sumamente bueno que las y los estudiantes vean que hay producciones chilenas y que están bien hechas”, señala. Y ejemplifica con el visionado de Rara: “Tuve aprensiones al principio, pero el debate fue muy respetuoso. Creo que el cine puede volver juicios intransigentes en algo más tolerante”.
Reflexionar, no solo mirar
Lejos de usar las películas como relleno, el cineclub trabaja con objetivos claros y metodologías planificadas. Luciano estructura sus sesiones en etapas que van desde la comprensión literal hasta el análisis social y político. “No es como ‘faltó el profe, pongamos una película’. Tiene que haber un objetivo, una metodología”, enfatiza. Películas como Machuca han sido analizadas en profundidad desde múltiples perspectivas: lingüística, histórica, emocional. Incluso motivaron testimonios personales de estudiantes sobre sus propias memorias familiares vinculadas a las violaciones a los derechos humanos.
En paralelo, se trabaja el lenguaje cinematográfico, especialmente con primero y segundo medio: “Hoy en día es más fácil entregar fotogramas distintos para que digan qué plano es, qué expresa, qué sensación da”, señala.
Un espacio simbólico
La transformación del aula en sala de cine ha sido más que un cambio físico: ha creado un espacio simbólico que genera comunidad. Para muchos estudiantes, incluso adultos mayores, ha sido la primera vez que viven la experiencia de ver cine con buen sonido, en sala oscura y pantalla grande. “Ya eso es una ganancia”, comenta el profesor, destacando la importancia de democratizar el acceso a experiencias culturales.
Luciano lo resume con claridad: “El cine puede ampliar la perspectiva de las personas. La atmósfera en la que te encuentras con una buena pieza cinematográfica te puede enriquecer la mirada”.